Son los poetas malditos otros, pero me permito incluir al vate peruano entre ellos. Por su genio, por su vida bohemia, su hermetismo, sus tendencias autodestructivas y su don literario. También por su superioridad frente a sus contemporáneos y por sus poemas provocativos. Por todo ello, César Vallejo fue un adelantado a su época. En mi opinión, fue capaz de adentrarse al oscurantismo propio del lenguaje, a la otra realidad que esconden las palabras; eso que Derrida en su De la gramatología escribió que sólo se puede alcanzar mediante la poesía. O lo que Heidegger ya había predicho en su teoría metafísica sobre el tiempo y en su visión de la decadencia del ser. O el Superhombre de Nietzsche, en la lectura que le da el mismo Derrida y Foucault. Porque César Vallejo es un maldito.
Por lo pronto, veamos una breve biografía del poeta. Nació en Santiago de Chuco, Perú, en 1892. Su familia esperaba que se dedicara al sacerdocio, plan de vida que Vallejo aceptó, en su infancia, con ilusión; ello explica más adelante el lenguaje litúrgico y bíblico en su poesía. Esa circunstancia también responde al porqué de la relación con la muerte que muestra en sus textos; todos los que tratan el final de la vida contienen un transfondo religioso. Es más, podría decir que casi dogmático.
En 1918 publicó Los Heraldos Negros, poemario que contiene augurios de lo que será una constante en su trabajo: los sufrimientos del hombre y su solidaridad con ellos, lo que lo llevará a rebelarse contra la sociedad. En 1922 apareció Trilce, su segundo libro. Poemario vanguardista que rompió definitivamente con el Modernismo. En 1932 publicó la obra de teatro Lock-out y se afilió al Partido Comunista Español. Murió en París en 1938. Entre sus obras póstumas destacan Poemas humanos (1939) y España, aparta de mí este cáliz (1940), emotivos poemas sobre la guerra civil española.
Lo Otro en el poema
César Vallejo. Antología poética, edición 11ª de Víctor de Lama, mayo 2018 es la obra en la que sustento mi discurso. En Trilce (1922), uno de los poemarios más disruptivos, que evoca inquietudes profundas y desgarradoras, aparece el poema XIII. Aquí lo anoto:
Pienso en tu sexo.
Simplificado el corazón, pienso en tu sexo,
ante el ijar maduro del día.
Palpo el botón de dicha, está en sazón.
Y muere un sentimiento antiguo
degenerado en seso.
Pienso en tu sexo, surco más prolífico
y armonioso que el vientre de la Sombra,
aunque la Muerte concibe y pare
de Dios mismo.
Oh, Conciencia,
pienso, sí, en el bruto libre
que goza donde quiere, donde puede.
Oh, escándalo de miel de los crepúsculos.
Oh estruendomudo.
Odumodneurtse!
Es un grito desesperado, que nace en la misma alma terrenal; esto de Nietzshe. Considero -tenga en mente el lector que mi conocimiento y capacidad de abstracción y/o reflexión es aún pobre- que es la expresión lograda, genial del lenguaje interno (I) que Chomsky teoriza en el pensamiento. Es una formulación altiva de palabras en la que el bagaje personal, cultural y literario de Vallejo converge con el de su lector. Leemos una profunda tristeza en su prosa; alejada, lo que ya es un gran atributo, en sí mismo, del Modernismo. La incertidumbre del recuerdo.
Aun si uno es mal lector, como el que escribe, alcanza a ver lo logrado del poema. Si uno pasa de Sabines o Benedetti, sin restar el gran mérito de su prosa conversionalista, a Baudelaire, Paz, Borges, García Lorca, Machado, este asociado con el Modernismo pero que, considero, está por encima de esta corriente, y Vallejo, la diferencia es abismal. Porque todos ellos, y en especial este último, son poetas malditos.
Vaticinio del dolor
Ya se dijo que el vate peruano sintió el dolor como ningún otro. Se solidarizó con el sufrimiento de sus iguales al grado que, según leemos, ese mismo sentir tornó negra su vida. Son impresionantes y conmovedores los poemas donde expresa la tristeza en su estado de ánimo, en la incertidumbre, en la falta de consuelo, en la inseguridad. Son versos atormentados. Aquí anoto Los dados eternos en Los Heraldos Negros (1918):
Dios mío, estoy llorando el ser que vivo;
me pesa haber tomándote tu pan;
pero este pobre barro pensativo
no es costra fermentada en tu costado:
tú no tienes Marías que se van!
Dios mío, si tú hubieras sido hombre,
hoy supieras ser Dios;
pero tú, que siempre estuviste bien,
no sientes nada de tu creación.
Y el hombre sí te sufre: el Dios es él!
Hoy que en mis ojos brujos hay candelas,
como en un condenado,
Dios mío, prenderás todas tus velas,
y jugaremos con el viejo dado…
Talvez ¡oh jugador! al dar la suerte
del universo todo,
surgirán las orejas de la Muerte,
como dos ases fúnebres de todo.
Dios mío, y esta noche sorda, oscura,
ya no podrás jugar, porque la Tierra
es un dado roído y ya redondo
a fuerza de rodar a la aventura,
que no puede parar sino en un hueco,
en el hueco de inmensa sepultura.
Es la expresión de dolor como expresión de angustia. Es el reproche perpetuo contra Dios por arrojarnos a la existencia, pero, sobre todo, a la desesperación de respirar. La tristeza de reconocer a un Creador y sabernos, al mismo tiempo, Creadores nosotros mismos. La desesperanza de estar vivos en el mundo del Redentor.
Opiniones finales…
En relación con lo anterior, anoto Piedra negra sobre una piedra blanca en Poemas humanos (1939):
Me moriré en París con aguacero,
un día del cual tengo ya el recuerdo.
Me moriré en París -y no me corro-
talvez un jueves, como es hoy, de otoño.
Jueves será, porque hoy, jueves, que proso
estos versos, los húmeros me he puesto
a la mala y, jamás como hoy, me he vuelto,
con todo mi camino, a verme solo.
César Vallejo ha muerto, le pegaban
todos sin que él les haga nada;
le daban duro con un palo y duro
también con una soga; son testigos
los días jueves y los huesos húmeros,
la soledad, la lluvia, los caminos…
Otro grito desesperado. El poeta es vigilante de los días, de las horas que pasan en las que toma conciencia de la condición humana y, últimamente, de su propia muerte. Basta asomarse a la misma experiencia de la vida para ver el dolor. Me parece que Vallejo, bien logrado, expresa, con un sentir personalísimo, lo que Sartre, Camus, Schopenhauer y demás ya escribieron de los años que tenemos, sí, esa es la palabra; de estar aquí donde estamos y hacer lo que hacemos.
Sin más, resumo en tres líneas mi argumento: en la poesía de Vallejo está representado lo Otro. Porque lo Otro necesariamente es algo disruptivo que origina angustia y sufrimiento cuando rompe con lo que ‘es’, se transforma en los poemas del vate en, precisamente, dolor. He aquí por qué considero que Vallejo es un maldito y un genio del mundo hispanohablante.
César Vallejo. Antología poética.
Biblioteca Edaf. 11º edición, mayo 2018.
Prólogo y edición Víctor de Lama.
One commentOn César Vallejo, El Maldito
Muy interesante
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