En el Día Internacional de la Mujer, retratamos cuál es la situación de violencia que ellas sufren en nuestro estado. Despertar con gritos, golpes, y el repugnante sonido de alguien chocando contra una pared… Esa es la cruda realidad a la que el 47% de las mujeres de Jalisco se enfrentan diariamente, según los últimos datos del INEGI. No obstante, esta problemática social no se limita a las cuatro paredes de una casa. Según esa encuesta, el 74.1% de las tapatías han sufrido al menos un incidente de violencia fuera de casa. Esto quiere decir que, además de la intrafamiliar, la mujer en Jalisco enfrenta distintos tipos de violencia. Esta puede ser sexual o laboral, desigualdad salarial, deserción escolar y violencia política y estudiantil.
La violencia contra la mujer constituye un grave problema de salud pública y una violación de los derechos humanos. La OMS engloba en este tipo de afectaciones a cualquier acto de violencia de género que resulte, o pueda tener como resultado, un daño físico, sexual o psicológico para la mujer. También constituyen violencia las amenazas, la coacción o la privación arbitraria de libertad, en la vida pública o privada.
La crisis de salud pública ocasionada por la pandemia ha impactado en diferentes ámbitos económicos y sociales a nivel mundial. Las medidas de distanciamiento social nos han llevado a una nueva realidad de trabajar y aprender desde casa. Sin embargo, también nos han expuesto a la agudización de violencias estructurales e históricas. Para muchas mujeres y otros grupos vulnerables, la casa no es un lugar seguro. El confinamiento por el coronavirus ha evidenciado la otra pandemia que tiene México: la violencia en casa.
Una de esas mujeres que sufren violencia es Julieta, quien se refiere así a su maltratador:
“Lo conocí en diciembre; para enero ya estábamos comprometidos. Estaba muy enamorada y no tenía dudas de mi relación, pero conforme pasó el tiempo esto cambió”.
El mes de marzo Julieta tomó la decisión de mudarse a un departamento con su pareja. Por ese entonces, ni se imaginaba el infierno que le esperaba.
“Sus abusos no comenzaron con golpes, sino con palabras. Demandaba mi atención a cada momento, tomaba y se embriagaba bastante. Llegó al punto en el que me pedía que le comprara más botellas colocando dinero dentro de mi ropa interior”.
“Traté de pedir ayuda”, comenta Julieta.
“Sin embargo, las respuestas de mi círculo cercano me calmaban y hacían sentir que yo estaba malinterpretando la situación. Al final del caso, sí estábamos viviendo dentro de una situación extraordinaria”.
Adriana Medina, jefa de Vida libre de Violencia del InMujeres, menciona:
“En la situación que estamos viviendo, la violencia, ya sea psicológica, física o sexual, y el control quedan justificados”.
Este contexto de violencia es al que se siguen enfrentando las mujeres que conviven con sus agresores. Alejandra Cartagena, vocera del Comité de América Latina y El Caribe para la Defensa de los Derechos de la Mujer (Cladem), menciona:
“La mujer no se encuentra en la misma posición de denunciar las agresiones porque está encerrada con su agresor”.
El Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública (SESNSP) indica que las llamadas de emergencia por violencia de género se han incrementado, en los cuatro primeros meses de 2020, un 37% comparado con el primer cuatrimestre del 2019. Sigue existiendo un sector amplio de mujeres que no disponen del tiempo ni los medios para hacer denuncias.
El 12 de marzo del 2020 se inició la campaña #QuédateEnCasa. Su objetivo era lograr el apoyo de los ciudadanos para aplanar la curva de contagios de COVID-19. Mientras esto se ha conseguido parcialmente, la que no se aplana es la curva de violencia y abusos contra las mujeres en cuarentena tampoco se aplana. Medina comenta que la campaña #QuédateEnCasa “se viene cruzando con las estadísticas de violencia hacia la mujer con razón de género, ya que hay una convivencia cercana con el agresor”.
La violencia no distingue edad, nivel socioeconómico ni de escolaridad. Puede llegarle a pasar a cualquier mujer en cualquier momento de su vida. La jefa de Vida libre de Violencia indica:
“El perfil en el que se concentran la mayoría de las denuncias son de los 18 a los 34 años. Esto no quiere decir que no haya otras edades; actualmente tenemos el de una ciudadana de 84 años”.
Las agresiones en contra de la mujer no se limitan a las que se producen dentro del hogar. También se dan fuera de él. Las últimas estadísticas del Día Internacional de la NO Violencia contra la Mujer dan conocer que el lugar de las agresiones a mujeres evidencia diferencias entre grupos de edad. Así, se establece una relación directamente proporcional entre juventud y agresiones en el interior de la vivienda. Mientras más jóvenes sean las víctimas, las agresiones se registran más en la vivienda. Y, a mayor edad, en la vía pública.
Alondra, una mujer objeto de violencia fuera de casa nos comenta:
“Antes sí veía la violencia muy lejana a mí. Sabía que había peligros; sin embargo, sentía que no me pasaría a mí. O que la probabilidad de que me sucediera era mínima”.
Al final, la realidad fue bien distinta. Ella sufrió un abuso que, según reconoce, marcó su vida.
“Con el tiempo, me he dado cuenta de que, en realidad, pasa más frecuente de lo que pensamos. La mayoría de las mujeres hemos vivido de una forma u otra la violencia. Simplemente no se habla de ello por miedo o vergüenza”.
Alondra relata cómo sucedieron los hechos: “Fue una noche cuando regresé caminando a mi departamento y un completo extraño me siguió hasta el edificio”. Intentó pedir ayuda, pero no había personas que pudieran ayudarla. Alondra reconoce que el proceso de denuncia fue muy largo y difícil. Aunque, según explica, finalmente vale la pena cuando las autoridades tienen todas las pruebas y se da el seguimiento adecuado. “Psicológicamente también es muy difícil lo que se vive después de un abuso. Por eso es sumamente importante acudir con un profesional, alguna asociación que pueda brindarte ayuda y tener una red de apoyo”, reconoce.
Rehacer la vida personal tras una agresión, independientemente de dónde se haya producido esta, es un proceso muy difícil. Es necesario que se acuda con profesionales e instituciones especializadas para tener ayuda psicológica y hasta asesorías legales. La jefa del Área Vida libre de violencia de InMujeres menciona que en esta institución atienden aproximadamente 70 casos semales. “Les damos asesorías, tanto legales como psicólogas, para lo que conlleva poner la denuncia”. Al igual InMujeres, otras muchas instituciones ayudan a numerosas víctimas de todo el estado y la República.
La fundación de Prevención del Abuso Sexual (PAS) opera en Guadalajara y lleva 10 años apoyando a víctimas. Por ella han pasado, hasta hoy, aproximadamente 206 576 personas. Todas ellas han tomado terapias y han pasado por valoraciones para ser parte del Blindaje contra el abuso sexual infantil. Esta iniciativa consiste en fortalecer a las víctimas en asertividad, educación para el ejercicio de sus derechos, autoestima y educación sexual. Una de las mujeres que han acudido a PAS es Alondra. Ella reconoce que esta es la primera fundación de este tipo que conoce en Jalisco. Asegura que allí le apoyaron y le brindaron mucha ayuda psicológica. “Cuentan también con asesoría legal, pero en mi caso no fue necesario”, comenta.
Sofía, quien sufrió de abuso sexual en la vía pública, añade a esa fundación otras dos instituciones. Uno es el Centro de Justicia de las Mujeres, que es donde tratan cualquier abuso o maltrato contra las mujeres, y también el Hospital de Zoquipan. “Allí conocí a personas extraordinarias gracias a las que recibí atención psicológica y médica”, relata.
Cuando una mujer pone una denuncia se evalúa su caso y se clasifica dependiendo de una semaforización. Esta determina en qué nivel de riesgo se encuentra. El color verde es el nivel más bajo de riesgo, y el color púrpura el nivel más alto. A lo largo de este año en el InMujeres se notó una variación en esta semaforización. “Los tipos de violencia son los mismos. Sin embargo, los niveles de riesgo se han visto en aumento”, comenta la jefa del Área Vida libre de violencia del instituto.
Ante el panorama del COVID-19, el gobierno de Jalisco planteó el Plan Estatal Emergente de Prevención de Violencia Familiar “Quédate en casa, Quédate segura”. En el marco de este plan estatal, se creó el Código Violeta dentro del 911. La iniciativa busca dar atención prioritaria a los casos de violencia familiar, particularmente a las mujeres que la sufren.
Jalisco es el cuarto estado con mayor denuncias por incidentes de violencia hacia la mujer. Precede a la Ciudad de México, los estados de México y Chihuahua. Esta clasificación procede del último análisis realizado por la Secretaria de Seguridad y Atención Ciudadana sobre la información de la violencia contra las mujeres, que fue publicado el 31 de Agosto del 2020.
En el índice de incidentes de violación, nuestro estado se posiciona en el quinto lugar, con 173 casos registrados en lo que va del año. Finalmente, en el ámbito de denuncias relacionadas con incidentes de violencia en pareja, Jalisco ocupa el tercer lugar, con un total de 16,208 denuncias registradas.
Por esto, la Secretaría de Igualdad Sustantiva entre Mujeres y Hombres y el Gobierno del Estado de Jalisco han implementado por primera vez en un estado de la nación la estrategia de seguridad urbana “Puntos Púrpura”. Se trata de un conjunto de políticas públicas encaminadas a garantizar el acceso a una vida libre de violencia para las mujeres jaliscienses. Este plan abarca desde vigilancia en espacios públicos hasta acciones informativas y preventivas al momento de abordar el servicio de plataformas de transporte, durante el trayecto y hasta su destino final.
Las historias de Julieta, Sofia y Alondra son tres entre miles de casos que existen hoy en día en nuestro estado. Casos en los que no siempre se busca ayuda o incluso no se es consciente de que se está viviendo algún tipo de violencia de género. Actualmente, en nuestro estado hay 16,208 mujeres que han denunciado agresiones; sin embargo hay muchas otras que no han hablado por motivos económicos, sociales, religiosos o por miedo a poner en riesgo su propia vida, viven atrapadas con su agresor.
Reportaje elaborado por Ana Laura Sánchez y María Fernanda Velázquez