Las palabras resuenan como un eco lejano de tiempos turbulentos: “¡Moros en la costa!”. No es solo una frase; es un vestigio de una época en la que el miedo viajaba con el soplido del viento y la vigilancia era cuestión de vida o muerte.
Durante siglos, este grito fue el aviso desesperado de los vigías y pescadores en la costa del Mediterráneo español ante la amenaza de los piratas que atentaban contra su paz y seguridad. Desde los siglos XV al XVIII, el mar no solo traía comercio y esperanza, sino también saqueo y esclavitud. Las incursiones de los corsarios del norte de África asolaban pueblos enteros, llevándose cautivos para ser vendidos en los mercados de Argel o Túnez.
Para enfrentar esta amenaza, se erigieron atalayas, torres y muros que aún permanecen como remanente de aquella época. Desde sus alturas, los centinelas oteaban el horizonte, listos para encender hogueras o tocar las campanas al menor indicio de enemigos. Aquel grito, corría más rápido que cualquier nave invasora, alertando a la población para refugiarse en el interior.
Ya no hay moros en la costa
Con el paso del tiempo, aquel grito de “¡Moros en la costa!” dejó de ser una advertencia real y se convirtió en una expresión popular, muchas veces utilizada con ligereza y sin conciencia de su origen. Hoy, es importante tener curiosidad del origen de las cosas, aunque sea algo tan trivial como una frase, porque en la medida que la población este mas informada, será mas probable que se tomen mejores decisiones, mas sensatas y conscientes. Es sumamente valioso que las personas estén informadas, que despierten las personas, en el entendido que de esa manera se crea una sociedad mas culta y virtuosa, de lo contrario, como dice aquella famosa frase: “Aquellos que no pueden recordar su pasado están condenados a repetirlo”.