No cabe duda que, los últimos años, Venezuela ha captado las miradas de todo el mundo por sus mandatarios políticos. En la cuarta semana del año 2019, los venezolanos han vivido una jornada que ha dejado al mundo expectante.
La crisis política ha llegado a un punto tan grave que el panorama es incierto. Todo comenzó el jueves 10 de enero, cuando Nicolás Maduro asumió la presidencia por segunda ocasión. Obteniendo en medio de la polémica, el triunfo presuntamente gracias a unas elecciones fraudulentas.
El 5 de enero habría tomado posesión como presidente de la Asamblea Juan Guaidó, quien será su dolor de cabeza. Poco después, ante la mayoría opositora en la AN, el Tribunal Supremo de Justicia la declaró anticonstitucional. La oposición, estaba adormilada, comenzaba un despertar con Guiadó, al no reconocer la nueva gestión chavista legitimidad por Maduro.
Ante la necedad que vive Venezuela desde los más recientes años por las constantes violaciones a los derechos humanos. Los monumentales problemas económicos que atraviesa el país y el uso excesivo de la fuerza por parte de los militares. El joven político de 35 años, en medio de la celebración del 61 aniversario de la caída de la dictadura. De Marcos Pérez Jiménez, amparado por los artículos 233, 333 y 350, se presentaba, ante una gran porción del pueblo. El cual lo aclamaba, como presidente “encargado” de su país.
La reacción de la comunidad internacional esperó y el primero en reconocer a Guaidó como presidente interino fue Estados Unidos. Posteriormente, el Grupo de Lima le reconoció, a excepción de Bolivia, Cuba y México. Ya que son los que siguen considerando a Maduro como el presidente legítimo de Venezuela. Hasta el momento, Guyana y Santa Lucía no se pronuncian al respecto.
Poco después de que Guaidó asumiera el intinerato, Maduro hablaba a sus simpatizantes, eran pocos en comparación a la oposición. Donde desde el Balcón del Pueblo del Palacio de Miraflores, declaraba “No al golpismo, no al intervencionismo, no al imperialismo”.
Rompía relaciones diplomáticas con E.U.A y daba 72 horas al gobierno estadounidense para abandonar Venezuela. Inmediatamente Guaidó respondió ante eso con un comunicado donde pedía a las embajadas no abandonar el país. Mike Pompeo, embajador en Estados Unidos, permanecía por la legitimidad del presidente interino, desconociendo totalmente a Maduro.
Ciertamente, no beneficia nada que Estados Unidos rompa relaciones diplomáticas, porque la inversión que genera en Venezuela por la compra de petróleo es enorme y prácticamente mantiene con vida al país. Si bien puede recibir el apoyo de Rusia y China, que están aún con Maduro, es un fuerte contrapeso y más por el hecho de que la gran mayoría de la comunidad internacional ya reconoció a Juan Guaidó como presidente encargado.
A pesar de las declaraciones de Nicolás Maduro sobre el país norteamericano que solamente está “interesado en el petróleo, el gas y el oro venezolanos”, es un hecho que se depende de la compra del combustible y no se trata de vender el país, sino convertir los “tesoros venezolanos” en mayores riquezas para hacer crecer a Venezuela. El hecho de que Juan Guaidó haya hecho un llamado a los países a no abandonar su nación para mantener la relación puede salvar momentáneamente la situación.
Algo que se sabe muy bien es que el ejército en cualquier país del mundo pone la pauta final para el término del mandato de algún jefe de Estado. Venezuela no es la excepción y en él el ejército tiene una mayor vitalidad que otros países. Para tristeza de la oposición, este siguen reconociendo a Nicolás Maduro y, por lo tanto, el uso excesivo de la fuerza es patente.
Basta echar un vistazo a los portales de noticias del mundo y ver los ataques que los manifestantes contra Maduro sufrieron. Hubo muertos y, para colmo, la fiscalía venezolana no dio en un principio detalles sobre el número de bajas. En cambio, organizaciones no gubernamentales fueron las que reportaron los decesos, aunque hay discrepancias en la información que muestran.
Ante esta situación, el secretario general de las Naciones Unidas, António Guterres, durante el Foro Económico Mundial en Davos llamó al diálogo para “evitar una escalada que pueda llevar al tipo de conflicto que sería un desastre total para Venezuela, para el pueblo venezolano y para la región”. Ciertamente, ante el uso de la fuerza, se ve lejos un posible diálogo, aunque Guaidó está dispuesto a hablar.
El presidente encargado pidió la colaboración, como la ha venido haciendo anteriormente, de las fuerzas armadas bolivarianas, y a cambio ofreció una amnistía para la construcción conjunta de Venezuela. Éstas no están de acuerdo con el juramento que consideran extraconstitucional.
Diferentes puntos de vista
Hay muchas opiniones y análisis al respecto de lo que sucede en Venezuela; se pueden encontrar tantas posturas, pero de frente y con mucha fuerza está la verdad. Maduro no puede ser legítimo. Lejos del escándalo por fraude en el que se encuentra, porque no ha defendido verdaderamente a Venezuela de los problemas que la abaten, incluso él mismo es un problema y usar al ejército para, de alguna manera, exterminar a quienes se oponen, es una pésima medida.
El diálogo puede ser la mejor opción, sobre todo si este culmina con la rendición de Nicolás Maduro. No se puede dar un pronóstico exacto de lo que pasará; lo que sí es seguro es que algo grande está por ocurrir en Venezuela. Malo o bueno, pero ocurrirá, mientras no se acepten las cosas como son.
Es bueno preguntarse si el autoritarismo de Maduro empata con las ideas que tenía su antecesor, Hugo Chávez, o que, si hubiera seguido vivo, la situación prácticamente sería la misma. Venezuela necesita verdaderamente un cambio y ya un valiente se puso enfrente a luchar por él.
osaga