El día de las Madres se celebra en diferentes fechas en el mundo. En algunos países, como España, este día se corresponde con el primer domingo de mayo. Mientras que en México lo celebramos hoy, 10 de mayo. Se ha establecido un día para reconocer la ardua labor de la maternidad, cuya dificultadad ha aumentado en pandemia.
En El Despertador Panamericano queremos dar espacio a las mamás de Gabriel, Rafael, Inés y María Inés, quienes, a pesar de haber nacido en lugares y circunstancias diferentes, tienen en común que han descubierto el mundo de la maternidad en medio de una pandemia. Fuera de lo habitual para todos, aún no es posible preguntarles a ellos su versión, pero sí a sus madres.
Andrea Arias es mamá de Gabriel, ella es coordinadora de Promoción y Admisiones de la Universidad Panamericana Campus Guadalajara. Cuenta que, aunque la vida de pandemia es complicada, no todo lo que trajo fueron obstáculos.
“La pandemia me dio la oportunidad de disfrutar mi embarazo al máximo, así como los primeros meses de mi bebé”.
No niega que fueron tiempos complicados para ella, para su familia y todos sus seres queridos, pues no pudieron conocer a Gabriel hasta semanas de haber nacido. Aun así, eso no derrumbó la ilusión. Tal vez no hubo baby shower, ni visitas al hospital. Incluso hubo amigas que ni siquiera la pudieron ver embarazada. Sin embargo, lo verdaderamente dificil fue el regreso a la normalidad.
“El gran reto fue regresar a trabajar. Me ha costado el doble, pues de estar día y noche con mi bebé ahora es ‘dejalo y vete varias horas al día'”.
Ella resalta dos motivos principales por los que ser mamá le ha cambiado la vida:
“El primero es el amor. Descubrí una forma de amar que es única hacia un hijo. Podría intentar explicartelo en un libro entero y te darías una idea… Pero no es sino hasta que tienes a el bebé en tus brazos que te das cuenta de la capacidad que tenemos de amar”.
“El segundo motivo es que me enamoré cien mil veces más de mi esposo. Conocerlo como papá me hizo valorarlo aún más. Es impresionante cómo te crece el corazón cuando llega el bebé”.
Andrea nos cuenta que el verdadero trabajo en equipo apenas comienza. Este viaje la ha hecho valorar más su cuerpo, que es capaz de dar vida. Algo que, a la fecha, nos cuesta explicar.
Fedra Cárdenaz es mamá de María Inés. Es mercadóloga y mamá de tiempo completo. Para ella la pandemia en un principió detonó preocupación, al no poder mandar a la guardería a María Inés, ya que la convivencia con otros niños, cosa que ambos padres deseaban, era de momento inviable.
“Al principio lo más dificil fue encontrar una rutina. Con los tres en casa, crear límites entre tiempos y espacios era caótico, sobre todo con las opciones de convivencia y esparcimiento tan limitadas. Encontrar los espacios para hacer las cosas que me gustan era un verdadero reto”.
“Sin embargo, la paciencia y la convivencia que hemos podido desarrollar en familia nos han hecho capaces de adaptarnos a los cambios con mayor facilidad”.
Fedra comparte que la pandemia le ha enseñado que no pasa nada si nos detemos un poco. Si bajamos la velocidad y nos percatamos de que no todo es ni será como planeamos: “Uno propone y Dios dispone” reconoce.
“Ser mamá puede tener sus matices agridulces, como todo en esta vida. Sacude lo más profundo de tu ser y al mismo tiempo te redescubres a ti misma. Es la experiencia más liberadora, la donación es completa a esa personita. El tamaño de la generosidad y de la responsabilidad son enormes y, a mi parecer, solo el amor permite un verdadero compromiso con el rol”.
Indhira López es bailarina profesional y durante la pandemía tuvo a su tercera hija, Inés. Aunque admite que, por más trillado que suene, valoró, sobre todas las cosas, la salud. “Pensar que podía poner en peligro a mi familia y a mí nos hizo cuidarnos aún más”. Indhira combinó su mamá con la de profesora y pedagoga de más de un grado escolar.
“Lo más dificil fue ser mamá y maestra. Sentí un desgaste en nuestra relación madre-hijo. Aprendí que no valía la pena desgastar mi relación por algo que no estaba en mis manos”.
“Fué un año muy diferente, tanto que me convertí en mamá por tercera vez, de una bebé muy especial que vino a cambiar nuestras vidas”.
Alejandra Hernández trabaja en el área de Responsabilidad Social de una empresa en Guadalajara. Ella aprendió a mantener el balance de sus trabajos de tiempo completo: profesionista y mamá.
En México las mujeres registran en promedio 78 horas de trabajo semanal, entre trabajo remunerado y tareas domésticas. Según la Encuesta Nacional sobre el Uso del Tiempo (ENUT), las mexicanas trabajan 37.9 horas cada semana con un pago y adicionalmente destinan 39.7 horas a las labores domésticas. Esas cifras para los hombres son de 47.7 y 15.2 horas semanales respectivamente.
En México aún se mantienen los prejuicios de que los hijos y la casa solo son labores de mujeres y eso se refleja en los números, pero también en el discurso que se crea alrededor.
“Recuerdo que, cuando tuve a mi hija, mi jefe me preguntó ‘¿y vas a volver?’. Yo pensaba que la respuesta era obvia, pero me di cuenta de que en México no tanto”.
“Aunque me gustaría dedicar el 200 % a mis hijos, encuentro importante que, como personas, tengamos el espacio para desarrollarnos profesionalmente. Sí me costó mucho trabajo, porque naturalmente salió la duda de si podría desempeñarme en ambas esferas sin descuidar ninguna. Inconscientemente uno carga con ese peso”.
“Tener más tiempo en casa me ha permitido disfrutar más el nacimiento de Rafael. Son cosas que no pude vivir con Valentina, quien tiene seis años “.
Alejandra ha podido disfrutar a sus hijos de forma diferente. Para ella pasar más tiempo en familia ha sido un regalo. Aunque no deja de ser complicado, cree que “las cosas pasan por algo. Dios hace las cosas por una razón”, asegura. Ella resalta que se encuentra agradecida.
Como Andrea, Fedra, Indhira y Alejandra existen muchas mujeres que, independientemente del covid, desempeñan uno de los órganos nucleares de la sociedad, la familia, la cuna, el abrigo y la catapulta de todo ser humano. Independientemente de qué tan intenso sea el lazo, el único componente elemental es el amor, cariño que se traduce en actos de sacrificio y esfuerzo.
Como ellas, muchas otras se esfuerzan los 365 días del año por que sus hijos estén bien. Aunque solo tenemos un día oficial para celebrarlas, podemos ser agradecidos a diario por todo lo que sacrifican y hacen desde el primer respiro que damos en este mundo.