Uno de los primeros comunicadores formales, Aristóteles, decía que “El hombre es un ser social por naturaleza”.
Nacemos con la característica social y la vamos desarrollando a lo largo de nuestra vida, ya que necesitamos de los otros para sobrevivir. De acuerdo a este gran filósofo, se “ES en tanto se ‘CO-ES’”. Esto significa que cada hombre posee una dimensión individual que desarrolla su personalidad. Esa dimensión está integrada en la dimensión social del hombre para la convivencia y da como resultado la coexistencia.
Si ya desde hace cientos de años, Aristóteles nos decía que el hombre debe vivir en comunidad para coexistir. ¿Por qué de pronto nos olvidamos de esta premisa? El individualismo en el que hemos vivido los últimos años nos ha impedido ver a nuestro semejante como un igual. Esta espiral es causante de que no estemos viviendo en colectividad con los aderezos de la armonía y la felicidad. Los mismos Estoicos, en el año 301 a.C., ya habían anunciado que: ¨Ante la naturaleza no podemos hacer más que someternos y entender que, si no nos sometemos, seremos infelices.¨
No pretendo que esta columna se convierta en un soliloquio filosófico; solo deseo identificar dónde nos perdimos como grupo humano. La brújula la extraviamos y es menester encontrarla para enmendar el camino. Ha tenido que llegar una pandemia para darnos un golpe de realidad y recordarnos el rol que desempeñábamos antes.
Este confinamiento nos lleva a reflexionar sobre los conceptos de solidaridad, empatía, subsidiariedad y, con esto, al redescubrimiento del vecino como ejemplo más cercano de nuestra relación social cotidiana. Tal vez, lo más habitual a manera de ejemplo rutinario era expresarle un “¡buenos días!” al salir de la casa al toparnos con él, o un “¡buenas noches!” al llegar de la oficina. Antes pensábamos que ese casual saludo era suficiente para demostrar nuestra buena vecindad.
Ahora, una de las primeras tareas del llamado regreso a la normalidad será la de recomponer el tejido social que nos acerque como sociedad. Eso es a lo que ya la Confederación Patronal de la República Mexicana, la COPARMEX, llamaba desde los años ochenta la Vertebración Social, que no era otra cosa que lo que señalaba Aristóteles en su tesis.
Vertebración Social significa que, con independencia de nuestras convicciones políticas, ideológicas o de cualquier naturaleza, podamos organizarnos en instituciones sociales para promover cambios en nuestra sociedad de una manera consistente y cohesionada. La sociedad que aprenda a organizarse pronto llegará a un mayor nivel de madurez. En consecuencia, tendremos que aprender a confiar en las instituciones, participar dentro de ellas y colaborar de manera organizada buscando el bien común.
La propuesta de hoy en concreto estriba en que hagamos un ejercicio de concientización social del rol que desempeñamos y contribuyamos juntos a rescatar el tejido social. El filósofo David Pastor Vico, un gran pensador sobre el tema, recomienda un par de libros que nos ayudan a tomar las riendas de nuestras vidas. Estos son Watchmen y V de Vendetta.
Construyamos juntos el tejido social y avancemos a mejores niveles de convivencia.
Nos encontraremos más adelante.