El establishment se vuelve contra Trump

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Donald Trump ganó una elección con un discurso en contra del establishment. Hecho que ahora le ha pasado factura. El establishment, que se define como un “grupo de personas que ejerce el poder en un país. En una organización, o en un ámbito determinado”. Ha propinado diversos  golpes de autoridad al líder del ejecutivo estadounidense. En su primer mes como presidente.

Las cosas para Donald Trump se ponen cada vez más complicadas. Michael Flynn, consejero de Seguridad Nacional de los Estados Unidos. Presentó su renuncia esta semana en medio de un escándalo. Por no reportar el verdadero contenido de conversaciones con el Kremlin. Flynn, uno de los tentáculos más prestigiosos del cuerpo ejecutivo norteamericano. Ha salido por el patio trasero con un portazo que descalabró al señor Trump y a todo su gabinete.

Del otro lado del mundo, y bajo la presión de su homólogo Xi Jinping, Trump aseguró honrar el pacto de “solo una China”. Este concepto alude a que los países no reconocen a Taiwán como un gobierno autónomo, sino como parte de la China continental aunque los isleños se jacten de lo contrario.

El gobierno chino presentó una queja formal a la Casa Blanca luego de que Donald Trump recibió una llamada por parte del gabinete de Taiwán el día en que ganó las elecciones. Dicha táctica enfureció a la superpotencia asiática, la cual inmediatamente expresó su disgusto. Ahora Trump ha reculado y quizás evaluado en retrospectiva el error político cometido. Estar en los libros negros de China, un rival comercial, no es una estrategia prudente.

Trump le ha declarado la guerra a la clase política, a la prensa y a los tratados de cooperación internacional. La burocracia interna y los líderes políticos de otros países le han dado una lección vital al magnate convertido en presidente: el mundo de los negocios no es lo mismo que el terreno político. Parece ser que no aprendió de sus predecesores la moraleja máxima de las guerras mundiales que comprende lo imposible que es ganar una guerra que se pelea en múltiples frentes.

El análisis político y el pópolo presagiaban que el ascenso de Trump a la Casa Blanca iba alterar de forma severa el orden mundial. El mismo Trump pensaba lo mismo. Con todo, es ahora el establishment el que irónicamente está dando la cara por la democracia, y en cierta forma, ha hecho doblegar al presidente de los Estados Unidos con sus irrisorias políticas.

De la misma forma, hace poco trascendió la tensa llamada que sostuvieron Donald Trump y el primer ministro de Australia, Malcolm Turnbull. El norteamericano estalló en contra del líder de uno de sus aliados más importantes al intentar romper un pacto de refugiados que los Estados Unidos firmó bajo la administración de Obama. Según el Washington Post, la conversación se tornó complicada pues Trump calificó a la llamada como “por mucho la peor del día” a pesar de haber hablado con otros cuatro líderes mundiales (entre ellos Vladimir Putin).  La llamada, que supuestamente iba a durar una hora, sólo se extendió por 25 minutos.

Fiel a su estilo, Trump recriminó el pacto vía Twitter al calificarlo como “tonto”. Por su parte, Turnbull expresó a medios locales que la historia del Washington Post era sustancialmente precisa y que él siempre defiende a Australia en cualquier foro. Por lo pronto, el tratado sigue en pie, y aunque no le guste, Trump tendrá que hacerlo efectivo.

Una cuarta derrota, y quizás la más dolorosa (y sorprendente), fue ante el Gobierno de México. Después de la firma de la orden ejecutiva y su afán de enjaretar el pago del muro, los Pinos se vio titubeante en asistir a las juntas de trabajo en Washington. Al sentir la soga al cuello, Trump intentó forzar a Peña Nieto a asistir por medio de la psicología inversa vía Twitter. “Si México no quiere pagar por el muro, pues es mejor que cancelen su visita”. El tiro le salió por la culata. Peña se cruzó de brazos y anunció que efectivamente México no iba a asistir.

Las repercusiones políticas fueron enormes y dignas del teatro absurdo. En el espectro internacional, Trump fue humillado por una figura que en el papel representaba al “rival más débil”. En México, Peña Nieto sumó una de las pocas victorias de su sexenio, que de la mano a la cancelación del segundo gasolinazo, le dio un oasis momentáneo en su gestión. Finalmente, en ojos del americano, la reacción fue pesimista: “Si no podemos doblegar a México…¿A quién sí?”.

La saga Trump-México tomó otro rumbo con la visita de Luis Videgaray, Secretario de Relaciones Exteriores. The Donald fue víctima de otra punzante estocada de la prensa cuando trascendió que el cónsul mexicano había editado (suavizado) su discurso sobre el muro. Naturalmente ambas partes lo negaron (¡fake news!) pero el daño se hizo presente. A Videgaray le llovió de traidor y mascota yankee, a Trump y su gabinete la humillación intelectual. Que un extranjero edite la retórica presidencial es deplorable.

El enemigo también lo tiene en casa. El bloqueo parcial a su orden migratoria por un juez federal hizo enfurecer al presidente estadounidense. Sus dos proyectos iniciales, el muro y el veto musulmán, han sido vituperados por la burocracia y el establishment que tanto ha criticado.

Los últimos meses fueron de aprendizaje mutuo para Trump y los ciudadanos no-americanos. Nosotros descubrimos que los Estados Unidos no son California ni Nueva York. Que en el centro de este paísdentro de estados cuyos nombres generalmente desconocemos  se concentra un gran porcentaje del poder sufragista. Entendimos, con terror, que el ciudadano promedio del centro es blanco, rural y republicano. Su gobierno mató el sueño americano y lo traicionó en favor de la globalización.

Él está aprendiendo las reglas del juego y a quién se enfrenta. Trump es una víctima de la pluralidad y el orden mundial al que le declaró la guerra. El establishment contraatacó por diversos frentes y el golpe fue rotundo. América, rostro de facto del establishment y la democracia moderna, está siendo sometida a prueba.

Atrapado en una jaula

La tarea para Donald Trump es simple: entender como pueda las reglas implícitas del juego de tronos. Su objetivo es probarle al mundo que si en verdad es “el mejor negociador”, no deberá doblar las manos ante aquellos que le digan “no”. Si en realidad es aquel tigre que trascendió más allá del arquetipo políticamente correcto, lo debe demostrar con hechos. Por el momento, ese tigre está atrapado en una jaula de barras (y estrellas) manufacturada por las personas e instituciones de poder. Sin un camino claro, la era Trump ha iniciado con “mucho ruido y pocas nueces”. ¡Mago de Oz, ya no engañes a más jóvenes rurales de Kansas!

Donald Trump es el panarabista Nasser en la Guerra de los Seis Días, es Mussolini en la Segunda Guerra Mundial, es el Joker en Suicide Squad; en términos del caos, una gran decepción.

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