Recientemente, y como cada mes, nuestro campus de la Universidad Panamericana ha organizado un Taller de Lectura en el que tanto profesores como alumnos han tenido la oportunidad de comentar La Metamorfosis, obra cumbre de Franz Kafka.
Cuando, a principios del siglo XX, Franz Kafka escribió La Metamorfosis, no sabía el impacto que iba a provocar en el futuro. Y no es de extrañar, pues la temática que expone en menos de cien páginas, es atemporal, es decir, aterriza en cualquier época porque sus personajes poseen características ligadas a la naturaleza humana.
Este relato absurdo, publicado en 1915, supuso en su momento una fuerte crítica al totalitarismo de la época. Kafka pintó un escenario lleno de claroscuros en el que un hombre sensible y consternado llamado Gregorio Samsa se ve inmerso en una sociedad egoísta, despiadada e indiferente.
Mientras nos narra esa historia particular, el escritor nos muestra un trasfondo social caracterizado por las turbulencias que en aquel entonces vivía el viejo continente y por el nacimiento de nuevos conflictos socioculturales en los que, en un futuro cercano, se verían involucrados treinta y dos naciones: la Primera Guerra Mundial.
La Transformación
En La Metamorfosis, Kafka pretende ilustrar la transformación del ser humano ante la crisis exterior una vez que ésta se interna dentro de sí mismo y atenta contra su propia independencia y voluntad; o bien podría considerarse desde la perspectiva en que se representa al individuo desesperado como un insecto incapaz ante el poder.
Milan Kundera, también checo como Kafka, se considera admirador de su legado y afirma en uno de sus escritos que el autor fue un hombre cuyas obras reflejan la sociedad totalitarista del siglo XX:
De esta manera, Kundera supone que la problemática del deseo de detentar el poder es una cuestión que se encuentra instalada en el núcleo de las sociedades y se puede inferir que el fruto de ésta es el replanteamiento de la identidad del hombre.
Y yo me pregunto: ¿está dentro de la naturaleza del hombre la auto-aniquilación?, ¿dónde yace la sensibilidad del individuo?, ¿es el poder la esencia de su ceguera?
Pero, si la autodestrucción del humano y el ensimismamiento son dos cuestiones innatas e implícitas en la naturaleza del hombre ¿es que acaso algún día el hombre podrá vivir en la plenitud de su propia bondad?
Cuando me cuestiono esto, pienso en otro texto de Kundera y recuerdo una de sus frases de la célebre novela La Insoportable Levedad del Ser:
“La verdadera bondad humana, con toda su pureza y libertad, puede ponerse en primer plano sólo cuando su recipiente no tiene poder.”
Y en La Metamorfosis, la bondad humana brilla por su ausencia; los conceptos se disipan porque las ganas de vivir en un mundo conflictivo se agotan.